Andrés Lillini no ocultó su emoción y aceptó que lo que algún día fue la institución en sus mejores años gloriosos, hoy se vuelven a respirar en el Pedregal.
Tuvieron que pasar 17 años para que Pumas volviera a instalarse en una final de Concacaf. La ventaja mínima obtenida en Ciudad Universitaria y un juego defensivo casi perfecto en el estadio Azteca, conseguido a base de garra como fiel característica del conjunto universitario, lo hicieron posible. El técnico Andrés Lillini no ocultó su emoción y aceptó que lo que algún día fue la institución en sus mejores años gloriosos, hoy se vuelven a respirar en el Pedregal.
“Me hacen feliz a mí, no renuncian a ninguna adversidad. La casta se saca, lo primero que siento es un orgullo inexplicable y un agradecimiento infinito por lo que hacen. Ellos deciden en el campo, volvimos a recuperar lo que era Pumas y eso me tiene muy feliz”, expresó en conferencia.
“Las sensaciones son de privilegio, estos jugadores me hacen cada vez más competitivo. Tuvimos las ocasiones para ganar, no nos metimos atrás, la gente no me lo habría perdonado. Fue una noche redonda, nos sostuvimos por la defensa”, añadió con emoción.