El deporte elevaría el perfil del país, impulsaría oportunidades de negocio, aportaría alguna suerte de legado para el día cuando, inevitablemente, el petróleo y el gas natural se agoten.
Para el Estado de Qatar, el sorteo del Mundial de Fútbol que se celebrará este viernes es la campana que señalará la última vuelta de una carrera iniciada hace más de dos décadas. Fue entonces cuando el país del Golfo Pérsico, modesto en kilómetros cuadrados, población y reconocimiento de su nombre (en aquel momento), pero rico en Producto Interno Bruto per cápita y ambición, decidió convertir al deporte en uno de los ejes centrales de su desarrollo.
El deporte elevaría el perfil del país, impulsaría oportunidades de negocio, aportaría alguna suerte de legado para el día cuando, inevitablemente, el petróleo y el gas natural se agoten. Esa era sólo una de las aristas de la estrategia: la seguridad (el Comando Central del Ejército de Estados Unidos para el Golfo Pérsico tiene su sede en Doha), los medios de comunicación (Al Jazeera) y la educación también eran prioridades. Pero en cierto modo, el deporte era el más significativo.