La faena la inició el mexicano con mucha precaución, citando con el extremo de la muleta y recuperando los terrenos al paso.
Ciudad de México.- Una oreja para el español Curro Díaz fue el único trofeo de la corrida de décimo aniversario de la Plaza de Toros de Cinco Villas, en Santiago Cuatlalpan, Estado de México, en la que compartió cartel con el también español Juan Serrano “Finito de Córdoba” y los diestros mexicanos Fermín Rivera y Arturo Saldívar.
Los toros de José María Huerta muy variados de capas, resultaron escasos de trapío salvo cuarto y octavo, y descastados, siendo segundo y tercero nobles.
Una faena quieta pero aliviada del torero español Curro Díaz fue lo más destacado de la corrida en el inmueble que de nuevo registró una buena entrada como viene siendo habitual desde la reactivación de los espectáculos taurinos con público en la capital mexicana y su periferia.
Los cuatro matadores, todos veteranos y de corte clásico, ofrecieron una tarde sin alardes innecesarios ni adornos superfluos, pero tampoco con riesgos, salvo Arturo Saldívar en el que cerró plaza al que tuvo que citar muy de frente para meter en la muleta pues el animal estaba mermado de una pata.
La oreja de Díaz aconteció con el segundo de la tarde. Un animal pasado de kilos, trotón, sin mucho recorrido, pero con nobleza en su embestida y que humillaba al tomar la muleta.
El de Linares lo toreó desde el principio con mucha quietud y sentido pero citando con el pico, en paralelo y escondiendo la pierna contraria, lo que ayudaba a prolongar la débil embestida del toro de José María Huerta.
Curro dejó pasajes estéticos aunque siempre citando con distancia. Su mayor mérito fue mantener el ritmo agónico del toro en la muleta y no ceder terrenos. Mató con una estocada casi entera y desprendida y el juez de plaza le otorgó una oreja, premio más que suficiente.
El toro recibió aplausos en el arrastre a pesar de su falta de bravura. Díaz no pudo completar la tarde con otra oreja, pues su segundo rival era un toro descastado y parado.
El otro toro de nobleza indolente de la tarde tocó en suerte a Fermín Rivera. A pesar de las facilidades que daba el animal, Rivera se vio desbordado perdiendo en cada pase el sitio un poco más.
Rivera tuvo suerte con el sorteo porque su segundo, el penúltimo del encierro, resultó el más encastado y con más recorrido del festejo, además de cómodo por sus limitadas hechuras.
La faena la inició el mexicano con mucha precaución, citando con el extremo de la muleta y recuperando los terrenos al paso, a pesar de la rectilínea y diáfana embestida del animal.
Con el transcurso de los muletazos Fermín Rivera se fue acoplando más con la muñeca que con el cuerpo y alcanzó a dar dos derechazos largos y ligados vistosos gracias a la casta con la que el toro tomaba la muleta. Por la izquierda no quiso ni verlo el de luces. Pinchó con el acero y perdió una oreja garantizada. Saludó al tercio.
Arturo Saldívar se fue de vacío a pesar de su faena con el buriel postrero, al que logró lidiar asomándose al pitón contrario y citando con el pecho. El español Finito de Córdoba estuvo por encima del que abrió plaza pero sin riesgos.
Con el quinto estuvo a punto de la espantada tras un tropezón y comprobar cómo el manso hacía las cosas con mucho sentido. El público le afeó su conducta. Concluyó la tarde de aniversario en Cinco Villas con aires de decepción por el pobre juego de los astados y el poco provecho que sacaron los matadores.