Cuatro de las aficiones más pasionales le ponen sabor a las semifinales

La fiesta grande del futbol mexicano se vive con un sabor especial.

“Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo”, escribía el uruguayo Eduardo Galeano sobre la figura del aficionado, ese personaje que aunque no juegue, es capaz de interceder con su aliento en los misterios de un resultado.

Los seguidores suelen colmar los estadios y en la grada libran su duelo particular. Ahí, en la tribuna, gana el que grita más fuerte, el que se cansa menos, el que agita con más fuerza las banderas. Sin importar cómo vaya el equipo, o si cayó un gol en contra, las hinchadas animan, el resultado casi siempre es lo de menos, lo más importante de todo es estar junto a su pasión, el equipo.

La fiesta grande del futbol mexicano se vive con un sabor especial. Cuatro de las aficiones más pasionales de México aprovechan la vitrina y desde la fortaleza de su espíritu intentan hacer su juego. Que el estadio pese y que el equipo haga lo suyo en la cancha.

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