El botellazo que recibió este domingo el jugador del Olympique de Marsella Dimitri Payet en el estadio de Lyon, que provocó la suspensión del partido, ha provocado más indignación en el fútbol francés, que vive una temporada plagada de incidentes.
"Es inadmisible, intolerable", aseguró la ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, que junto a su colega de Interior, Gérald Darmanin, ha convocado para este martes una reunión de urgencia para estudiar la situación.
En ella estará el presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Vincent Labrune, quien en declaraciones a L'Équipe confirmó que los incidentes que está viviendo el fútbol francés "arruinan todo el trabajo de superación deportiva y económica" que están haciendo los clubes galos aprovechando la llegada de nuevas estrellas a sus equipos.
La Comisión de Disciplina de la LFP también reaccionó de forma inmediata y, de forma cautelar, ordenó el cierre del estadio del Lyon, a la espera de que se pronuncie el próximo 8 de diciembre de forma definitiva sobre el caso y sobre el futuro de ese encuentro liguero.
Por ahora, la decisión afectará solo a un partido, el programado contra el Reims el próximo día 1, pero todo apunta a que la sanción se agravará y que, además, podrá costar puntos en la clasificación al Lyon.
Payet, según anunció el Marsella, también decidió denunciar el incidente provocado por un espectador que fue enseguida arrestado y llevado a comisaría.
Por ahora, las sanciones son la respuesta del fútbol francés a todos estos incidentes, aunque ya hay voces que piden reformas más profundas y de calado para afrontar esta ola de casos.
Payet, jugador originario de La Reunión, una pequeña isla en medio del océano Índico, ya fue objeto de otro botellazo a principios de temporada en un duelo contra el Niza, que tuvo lugar a falta de cuarto de hora para el final y también motivó la suspensión del duelo.
Entonces, el jugador del Marsella lanzó la misma botella a la grada, lo que provocó que aficionados del Niza la tomaran con él e invadieran el campo generando una imagen lamentable de peleas entre jugadores y público.
El Niza vio cómo su estadio se cerraba tres partidos y se le quitaba un punto en la clasificación. El partido se repitió unas semanas más tarde.
Unos días después el afectado fue el derbi del norte entre el Lens y el Lille, cuando aficionados locales invadieron el campo para tratar de llegar a la zona donde estaban los del equipo visitante, que se saldó con seis heridos, el partido suspendido y la retirada de un punto a cada equipo.
Otros incidentes han sido registrados en Montpellier, Angers o Saint-Etienne, cuyo campo fue invadido incluso antes del inicio el partido, como protesta por la mala marcha del equipo local.
El historiador Sébastien Louis, especialista del fenómeno ultra en el fútbol, considera que hay que desligar todos estos casos y niega que se trate de un fenómeno generalizado en el fútbol francés, que coloca en una situación similar a la de sus vecinos.
Sin embargo, considera que esta temporada hay una mayor excitación de los aficionados, que han podido volver a las gradas tras 18 meses de ausencia provocados por la pandemia y cierta relajación de la seguridad también ligada a la covid.
"Los aficionados se muestran más activos, lo vemos en el uso de bengalas o la escenografía que hacen en los campos. Es normal tras tantos meses sin poder ir al campo", asegura el experto a Efe.
Junto a ello, los problemas financieros que atraviesan varios clubes, muchos de ellos provocados por la pandemia y por la retirada del multimillonario contrato televisivo que había firmado Mediapro, hace que se invierta menos en seguridad.
Además, muchos de los empleados de seguridad que suelen contratar los clubes, en paro durante los últimos meses, se buscaron otros trabajos, por lo que ahora los equipos se encuentran con dificultades para tener gente con experiencia y bien formada.
Este personal está peor pagado que en otras ligas, agrega el historiador, que señala que cobran la mitad o, en algunos casos, un tercio que en ligas como la danesa.
El experto también cree que hay "paternalismo" de dirigentes de algunos equipos con grupos ultra, aunque a su juicio esa no es la raíz del problema.
"Es un problema de fondo que no se puede resolver de forma urgente. Hace falta un trabajo de años con las asociaciones de aficionados. La respuesta represiva, por sí misma, no soluciona el problema", señala.
Labrune, por su parte, cree que "los clubes tienen buena voluntad pero no logran limpiar de violentos a sus grupos de aficionados" mientras que "los poderes públicos no asumen" su papel de control de la seguridad.
En la reunión que mantendrá con los ministros de Interior y Deportes pedirá "que se ponga todo patas arriba" en cuestión de seguridad y lanzar "un pacto nacional" para "frenar esta gangrena".