Desde 2011 se lleva a cabo en México el equivalente al Black Friday en Estados Unidos, el cual conocemos como el Buen Fin y que consiste en un fin de semana (que de inicio tenía una duración de cuatro días) de ofertas ofrecidas por los comercios. Esto con la finalidad de reactivar la economía interna promoviendo el consumo a través de descuentos y pagos a meses sin intereses que en otras épocas del año en teoría no existen. Citando a la propia organización: “‘El Buen Fin’ es un esfuerzo público-privado que busca impulsar la economía, fomentar el consumo y llevar beneficios a las familias mexicanas, su propósito es reactivar la economía promoviendo el consumo interno para mejorar la calidad de vida de las familias mexicanas”.
En su edición de este año la duración se incrementa con respecto a las versiones anteriores y se realizará del 10 al 16 de noviembre abarcando así 7 días. Sin embargo recordemos que el año pasado, debido a la contingencia sanitaria se prolongó hasta 12 dado que las compras mayormente fueron realizadas en línea y, debemos decir, teniendo las mayores ventas de todos los tiempos para este evento anual. Según la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco-Servytur), las ventas pasaron de 39,800 millones de pesos en 2011 a 238,900 millones de pesos en 2020, nada mal para haber estado encerrados en casa, pero además parece lógico dado que los centros de entretenimiento y el uso de tecnologías fue más demandante y por consiguiente más vendido.
Pero ¿realmente bajan los precios durante el Buen Fin? En muchos de los casos la respuesta es ‘no’ y en muchos otros es ‘muy poco’, esto porque muchos de los comercios incrementan un cierto porcentaje los precios unos días o semanas antes para que el descuento sea más evidente y se genere un espejismo convenciendo al comprador de que la oferta es real. Es de entenderse que los comerciantes también deben ganar, sin embargo este tipo de prácticas año con año suceden y son de las más desleales para el consumidor final quien cree haber obtenido una oferta cuando realmente está pagando el precio que normalmente cuesta el producto. Por el contrario, los pequeños comercios son los que ofrecen los descuentos más reales, sobre todo quienes se dedican a ofrecer productos y/o servicios que ellos mismos pueden generar como lo son por ejemplo fotógrafos, decoradores, pintores, etc.
Este rubro de ofertas es el que más adopta el verdadero descuento del buen fin, pero como todos sabemos los compradores con hambre de endeudarse van por los apartados electrónicos principalmente.
Por otro lado los beneficios de las grandes cadenas son los pagos diferidos sin intereses, que si bien no generan un descuento directo sí benefician para poder comprar artículos que necesitamos (aunque a veces no tanto) pero no podemos pagar de contado y es en este punto donde debemos preguntarnos qué es lo que realmente necesitamos, si podemos pagarlo y si vale la pena endeudarse durante los próximos 12 a 24 meses tan sólo porque ‘pagamos muy poquito al mes y no se hace tan pesado’. El consumismo es uno de los problemas más arraigados en nuestra sociedad y es el culpable en gran medida de muchas de las reales carencias que tienen familias enteras. Como ejemplo, las pequeñas casas de cartón en comunidades marginadas pero con pantallas de 50 pulgadas y estéreos de 20,000 watts… No hay qué ser.
“Compra sólo lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste un solo céntimo, es caro” - Lucius Annaeus Seneca.