No era ilógico creer que Saunders sería el rival más complicado en años para Canelo.
EDDY REYNOSO CARGA a Saúl “Canelo” Álvarez sobre sus hombros. Es el fin de semana del Cinco de Mayo, una de las dos fechas más importantes del ámbito boxístico. Y ambos, Reynoso como entrenador, Canelo como su boxeador, celebran otro triunfo, rodeados por la mayor multitud congregada en un recinto cerrado para presenciar un combate de boxeo en Estados Unidos. Pocos segundos antes, dentro del AT&T Stadium de Arlington, Texas, con 73,126 personas en asistencia, Billy Joe Saunders, o su esquina (dependiendo de la versión de la historia que se crea), tiró la toalla.
No era ilógico creer que Saunders sería el rival más complicado en años para Canelo. Era campeón mundial, un escurridizo zurdo que frustraba a sus rivales confiados de que le harían daño y, quizás lo más importante, Saunders era un antagonista natural. Alguien cuya personalidad frecuentemente cruzaba las líneas entre confianza y arrogancia, bromista juvenil e imbecilidad. Alguien que disfrutaba de pelear en un estadio repleto de suficientes personas como para rivalizar con la cifra poblacional de un pequeño pueblo tejano; entre las cuales solo una docena, aproximadamente, quería verle ganar.