Una de las tradiciones más arraigadas en México sin duda es el Día de muertos, festividad que a diferencia del resto de los países del mundo, celebra la muerte recordándonos que no somos eternos, pero también haciéndonos saber que una vez en el otro mundo cada año podemos volver para visitar a los seres queridos que nos quedan en este plano terrenal a través de los altares de muertos que año con año se erigen dentro de las viviendas mexicanas y que van desde los más sencillos hasta los más estrafalarios.
Se dice que la flor de cempasúchil ayuda a las almas a ser guiadas hacia los altares que los vivos colocamos como ofrenda para ellas y es así que después del dolor que la pérdida de un ser querido causa, nos queda el consuelo de que cada día 2 de Noviembre podremos sentir su presencia nuevamente para compartir sus bebidas y comidas favoritas aunque sea por un momento. También hay quienes, además, visitan físicamente los restos de sus difuntos principalmente en los cementerios (mejor conocidos como panteones), actividad que el año pasado brilló por su ausencia a causa de la pandemia y que dejó a todos con las ganas de estar cerca de los restos de sus seres queridos, al mantenerse cerrados.
Este año, desde hace ya varios días, las autoridades decidieron reabrir las puertas de los camposantos y aún cuando en algunos de ellos las restricciones sobre todo en el tema del acceso a menores no permitió una apertura completa, sí que reabrió una oportunidad a la economía que de por sí ya está sumamente golpeada y no logra del todo recuperarse: los floristas, vendedores ambulantes, pinta lápidas, entre otros rubros tuvieron la oportunidad de generar ingresos a través de las festividades por el día de muertos sobre todo el día de ayer. Y es aquí donde debemos parar a reflexionar un momento; si bien las autoridades municipales y estatales permitieron el acceso a panteones, lo hicieron con el tiempo suficiente para que los familiares pudieran visitar los restos de sus difuntos de manera gradual y dispersa, sin embargo, datos de los mismos vendedores así como el registro de visitantes demostró que el grueso de los asistentes lo hicieron justo el día de muertos, lo que de antemano supone una afluencia de miles de personas a la vez y por consiguiente una zona de contagio bastante alarmante.
Si bien la mayor parte de la ciudadanía cuenta ya con ambas dosis de la vacuna, debemos recordar que nuestros niños/jóvenes aún no lo están al igual que las personas rezagadas que por una u otra razón no han podido ser vacunadas. Recordemos también que a raíz de la pandemia en estos mismos panteones contamos con 288 mil fallecidos a causa del COVID-19 según cifras oficiales tan sólo en México, lo cual no es poca cosa y aunque las actividades poco a poco han vuelto a la normalidad, las medidas de prevención deberían seguir vigentes, pero sobre todo acatadas por nosotros los ciudadanos... ‘más vale’, diría mi abuela.
Es cierto que nuestras costumbres son de las más coloridas y folklóricas del orbe, sobre todo ésta relacionada con la muerte, sin embargo aún nos queda un poco de tramo por recorrer. Vamos a buen paso, evitemos ser parte de las estadísticas que nos impidan llegar a celebrar las fiestas decembrinas como ya extrañamos y merecemos. Honremos a nuestros muertos y su memoria no sólo el 2 de Noviembre, sino todos los días y hagamos de nuestra vida una que cuando falte no se olvide para los que se quedan, porque al final uno realmente muere cuando deja de ser recordado ¿o usted qué opina?