“Yo escuché, ‘se apagó el motor esto es grave tenemos 4 minutos para encontrar dónde aterrizar’, comencé a orar por todos nosotros” dijo uno de los tripulantes.
10:28 am: Faltaban 40 millas para llegar a su destino marcado en el Aeropuerto Internacional Venustiano Carranza, al pasar sobre el cielo de Cuatro Ciénegas, se había perdido el radar con la Torre de Control.
11:00 am: El piloto como parte de los cuatro tripulantes les dio la mala noticia, esa que nadie quiere escuchar cuando viaja en un “pájaro de acero”, ¡se paró un motor, esto es grave, tenemos cuatro minutos para encontrar donde aterrizar! Y así fue, la pericia del piloto y sobre todo su calma en medio de un mar de terror, logró mantenerlos con vida.
A bordo de la aeronave cessna 182 matrícula XB-AOY, se vivió un silencio total luego de conocer la falla del motor. Desde el cielo todo parecía planicie. Pero la experiencia del piloto dejó en claro que estaban sobre un cerro y evidentemente no se podían arriesgar en ese sitio. Era necesario encontrar un plano y forzar el aterrizaje en la mejor forma posible. Sus vidas dependían de esa maniobra.
Entre vivir y morir
Antes de saber que 4 minutos, los ponían entre la vida y la muerte, uno de los tripulantes, comenzó a orar, por todos sus compañeros a bordo, creyente en la fe de Dios, poniendo el piloto en sus oraciones y en esperanza de lograr un buen aterrizaje que los llevara a mantener sus vidas. En ese momento era imposible saber cuál sería el final, de lo que para ellos hoy es una odisea, una nueva oportunidad.
Terror
En el asiento trasero los otros dos tripulantes se miraban entre sí, verificaban que su cinturón de seguridad estuviera bien puesto. Sabían que ese cinto jugaría una parte importantísima para ellos, tal vez sería el artefacto para evitar lesiones graves al momento del inminente impacto en tierra que estaban por vivir.
El piloto
Con la sangre fría y sabedor de la responsabilidad que tenía en sus manos, el piloto en su búsqueda de un lugar para el aterrizaje logró la comunicación con la torre de control. Los tripulantes desconocían en ese momento el espacio que atravesaban. El piloto en ese momento desde lo alto aún y ya con el artefacto perdiendo altura, encontró el espacio para maniobrar, la sacudida fue muy fuerte dentro de la frágil avioneta.
Con sus piernas temblantes, confusos, con ganas de llorar, pero a la ves de sonreír; los cuatro tripulantes descendieron, era increíble que no hubiera explotado, era increíble ver que habían sufrido un accidente aéreo y que afortunadamente estaban los cuatro de pie.
8 kilómetros
Justo en ese momento iniciaba el siguiente problema. No sabían en que sitio estaban y se tenía que pedir ayuda. Dos de ellos comenzaron a caminar, el sol le caía como una lluvia de fuego que quemaba hasta sus ropas, en ese momento la adrenalina que tenían tras el aterrizaje forzoso era mucho más fuerte que cualquier otro sentimiento, pues el temor y el enorme miedo de perder la vida ya habían sido superados. Solo quedaba la incertidumbre de no saber dónde estaban y de pensar en sus familias y compañeros de trabajo, que ya sabían del accidente, pero desconocían el lugar exacto donde la avioneta había caído. Fueron más de 8 kilómetros los que caminaron en los predios del rancho Santa Mónica en el ejido Soledad municipio de Castaños. Un jinete fue quien vio caer la aeronave y notificó a las autoridades. Después de eso y de incluso tener que despojarse de un saco rojo que uno de los tripulantes tenía puesto ante la mirada retadora de un toro encontrado en medio del monte y tras el paso aproximado de casi 3 horas, fueron encontrados en un camino de terracería por las autoridades, auxiliados y trasladados a Monclova.