Abascal se expresa con pocos remilgos y sabe tocar la fibra de los ciudadanos que echan en falta un mayor coraje de la derecha convencional.
Santiago Abascal lidera al sector más duro de la derecha española, una tarea que parece asumir sin complejos, sobre todo después de que su partido, Vox, obtuviera en las elecciones generales de 2019 más de 15% de los votos, para ubicarse en el tablero político español como la tercera fuerza del país. A pesar de su extremismo ideológico, VOX ha crecido progresivamente desde que Abascal tomara en 2014 las riendas del partido fundado un año antes.
Afiliado desde joven al derechista Partido Popular (PP), con el que ocupó diferentes cargos públicos en el País Vasco, Abascal comenzó a alejarse de esta formación en 2009, por considerar que estaba traicionando los principios que justificaron su nacimiento como principal partido conservador de España. El político, que había crecido a la sombra del PP, adoptó entonces un perfil más agresivo, a fin de rescatar lo que consideraba mantras esenciales de la derecha ibérica.
En 2014 llega a la presidencia de Vox, un partido que recién acababa de fundarse y que cinco años después, en las elecciones regionales de Andalucía, conseguiría un resultado sorpresivo, al recabar 11% de los votos. Fue la primera señal de que VOX generaba simpatías en una parte significativa del electorado al que la crisis económica y social de 2018 había vuelto más intransigente y conservador, distanciándolo de los políticos convencionales.
Abascal se expresa con pocos remilgos y sabe tocar la fibra de los ciudadanos que echan en falta un mayor coraje de la derecha convencional para parar en seco la migración irregular, contrarrestar el auge del feminismo, y enfrentar desafíos como el proceso independentista en Cataluña, que según él pone en peligro la unidad de España. Tres frentes en los que VOX trabaja con esmero para captar seguidores, especialmente entre los votantes desencantados del PP.
El líder de la ultraderecha reivindica también tradiciones que son reprobadas por las organizaciones humanitarias, como los toros o la caza, mientras defiende con orgullo la historia de España y su rol de gran imperio que aportó al mundo mucho más de lo que le quitó. No en balde, VOX fue el partido que reaccionó más enérgicamente contra el presidente Andrés Manuel López Obrador por su reclamo de que el rey Felipe VI pidiera disculpas a México por los excesos de la conquista.
Las referencias xenófobas y antifeministas, junto a su estilo provocador, no sólo le han granjeado a Abascal las críticas de la izquierda española y amplios sectores de la población. En ocasiones también despiertan el recelo del PP hacia algunos de sus postulados más exagerados. Sin embargo, más allá de las diferencias puntuales, PP y VOX sintonizan en multitud de temas, como lo demuestra el hecho de que ambos partidos mantengan alianzas estratégicas en varias Comunidades Autónomas españolas a fin de amarrar el poder conservador en aquellas regiones donde ninguna formación de derechas consiguió votos suficientes para gobernar en solitario.
En cualquier caso, los pronunciamientos altaneros de Abascal han contribuido a vigorizar el discurso del conjunto de la derecha española, temerosa de que sus seguidores huyan para buscar refugio en VOX, que se define como un partido político que defiende sobre todo la honradez, los valores patrios y la unidad de España.
La expulsión de los migrantes irregulares, la suspensión de la autonomía de Cataluña hasta neutralizar el proceso independentista, la recentralización del Estado y la derogación de la ley de violencia de género por considerar que discrimina jurídicamente a los hombres, figuran entre las propuestas más controvertidas del partido de Abascal, que hace gala también de un anticomunismo furibundo.