Los primeros gallegos desembarcaron en Panamá en 1906 por el puerto de Colón, en el Caribe, como una mano de obra muy cotizada con un objetivo claro: construir con pico y pala la obra de ingeniería moderna más impresionante del siglo XX, el Canal de Panamá.
Arribaron alrededor de 500 desde Cuba, donde construían el ferrocaril, bajo el paraguas de una especie de "experimento", según relata a Efe el presidente de la Fundación Nosa Terra de Panamá, Ricardo Gago, descendiente de gallegos.
Más tarde, convertidos en unos grandes trabajadores valorados por Estados Unidos, llegarían a ser unos 8.489, una cifra estimada porque no se sabe con certeza el número total.
Sin embargo, tuvieron que pasar más de cien años para que el papel fundamental de estos gallegos recibiera la "justicia histórica" que se merecen, como dijo a Efe uno de los fundadores de Nosa Terra, Juan Carlos Barreiro, a quien le surgió la idea tras recorrer el histórico Camino de Santiago.
"Queremos dejar plasmado el reconocimiento y vamos a hacer justicia histórica. No puede pasar desapercibido el trabajo de los gallegos en el Canal de Panamá", afirmó Barreiro, también descendiente de gallegos.
La Fundación Nosa Terra, nacida durante la pandemia en curso y compuesta por siete miembros, homenajea a los miles de gallegos que arribaron a Panamá y que construyeron parte de su historia.
"UN GALLEGO VALE POR TRES"
El valor y fuerza de los trabajadores gallegos en la construcción del Canal fue aumentando hasta tal punto que el ingeniero jefe entre 1905 y 1907, John Stevens, llegó a decir que "cada gallego vale por tres", contó a Efe Gago.
Incluso, agregó, el mismo presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt (1901-1909) pidió expresamente trabajadores gallegos para construir la vía interoceánica, que tiene una longitud de 82 kilómetros.
Los gallegos eran captados en su tierra natal, en el norte de España, a las afueras de las iglesias o ferias para posteriormente firmar un contrato con el "Isthmian Canal Convention", la comisión estadounidense para supervisar las obras del Canal.
Llegaban al país centroamericano partiendo de tres puertos principales: Vigo y A Coruña - Atlántico- y Barcelona - Mediterráneo-. Por eso, se estima que aunque la mayoría eran gallegos, el resto de trabajadores españoles eran de las zonas aledañas a Cataluña.
"Les pintaban Panamá de otra forma, y seguramente muchos vinieron engañados. Usaban panfletos para promover la venida en Panamá", añadió Gago.
A pesar de ser unos trabajadores valorados, eran empleados "Silver", la categoría laboral más baja conformada por principalmente antillanos y dedicados a la mano de obra de la construcción. Los estadounidenses, por su parte, eran "Gold", la clase más alta.
"Trabajaban a 10 horas diarias bajo el clima de Panamá, con la humedad y la lluvia, en una selva tupida con animales que en Galicia no habían". Su labor, "a pico y pala" era mover las vías del ferrocarril y los póster de los telegramas, explicó Gago.
Los trabajadores gallegos fueron contratos en masa durante 1906 y 1908, año en que España, bajo el Gobierno del conservador Antonio Maura y aún reino de Alfonso XIII, publicó un decreto que prohibía emplear más españoles para el Canal de Panamá.
Este impedimento solo cesó la llegada de gallegos, quienes desembarcaban en Costa Rica y pasaban la frontera ya que los barcos no podían llegar directamente.
UN MONUMENTO EN LA ENTRADA CARIBEÑA DEL CANAL
Tras la inauguración del Canal de Panamá en 1914 -adelantada por la Primera Guerra Mundial-, quedó en el país una vasta colonia de gallegos.
Parte de ellos volvieron a migrar a Brasil para ser, otra vez, mano de obra para la construcción de ferrocarriles, mientras que otros fueron empleados por Estados Unidos como capataces.
Esos gallegos fueron la semilla de una de las comunidades más grandes de españoles en Panamá, y que hoy, a través de la Fundación Nosa Terra, conseguirán un reconocimiento.
Según explicó Gago, en Agua Clara, las esclusas caribeñas del Canal, habrá en 2023 un monumento a tamaño real de esos gallegos hecho de bronce y piedra gallega.
"Un monumento serán cuatro hombres al tamaño natural de la persona, y hemos tenido que investigar cuál era el tamaño promedio de ese español que vino, que es un 1,61 - 1,62", añadió Gago.
Así, la fundación también indaga para recabar toda la información posible sobre estos gallegos, pues aunque solo existan dos libros sobre el tema, los fundadores tienen la certeza de que hay documentos suficientes para crear otro libro más extenso.