Esperando la reapertura de las plazas de toros
Guanajuato.- Si un aficionado de abolengo se dejara llevar únicamente por los apellidos de los matadores que encabezaron las labores de campo en la dehesa guanajuatense Campo Hermoso, pensaría que se trata de una combinación propia de los años 70’s. Sacaría la conclusión que se midieron en el ruedo de la casa ganadera de don Pablo Suárez Gerard, el indómito Antonio Lomelín y el grandioso Manolo Martínez. Sin embargo, se trata del hijo del propio acapulqueño Lomelí, de quien el actual diestro heredó no sólo nombre y apellido, sino la profesión del toreo; mientras que el otro espada es Francisco Martínez, nacido en Celaya y con apenas dos años de alternativa.
Ambos probaron la bravura de cuatro ejemplares de la casa de crianza que se distingue por la divisa integrada con los colores morado, blanco y azul rey, desde que fue fundada en 1982, en el rancho Ojo de Agua, en San Miguel de Allende, Guanajuato.
La casta de cada uno de estos toreros los llevó a sostener un gran mano a mano durante el tentadero donde dieron rienda suelta a sus conceptos y formas de interpretar el toreo, para dejar en la arena una serie de faenas que provocaron un gran sabor de boca al ganadero, así como a los pocos asistentes, gracias al juego del ganado que permitió la emoción y el arte.
Ante lo que serían las corridas de toros a realizarse en la época de carnales en varios estados del país, como Jalisco, pero que han debido cancelarse debido a los estragos que ha dejado la pandemia de Covid-19, así como las medidas sanitarias impuestas por las autoridades, el campo bravo del país, cuenta con un número considerable de encierros de toros que estaban listos para ser lidiados en los cosos taurinos y que ahora deberán ser toreados en la intimidad de las dehesas para luego ser enviados al rastro.
Afortunadamente, los matadores y los novilleros los están aprovechando para prepararse a fondo, a la espera que los gobiernos de cada estado den luz verde para volver a llevar a cabo festejos en las plazas.