Toda ella era un mensaje.
Vestida de color púrpura, conmovida, por momentos al borde de las lágrimas, así vivió Kamala Harris su momento: el de la primera mujer en Estados Unidos que se convierte en vicepresidenta. La primera afroamericana, y la primera surasiática. Acompañada de su esposo, el abogado Douglas Emhoff, juró el cargo poco antes del mediodía, y millones de mujeres pudieron ver cómo rompía, para todas, una barrera hasta ahora infranqueable.
Kamala, cuyos hijastros, Ella y Cole, la llaman cariñosamente "Momala", no podía jurar el cargo ante mejor figura que otra mujer que ha hecho historia: la jueza Sonia Sotomayor, primera hispana en llegar a la Corte Suprema. Aunque no dijo más palabras que el juramento de respetar y hacer defender la Constitución, no tenía que hacerlo.
Toda ella era un mensaje. Con su ropa quiso recordar a la congresista Shirley Chisholm, la primera afroestadounidense en aspirar a la presidencia en 1972 y quien adoptó como sus colores de campaña el amarillo y el púrpura. Kamala lo ha dicho: Chisholm ha sido una inspiración para ella. "Soy, y siempre seré, un catalizador para el cambio", decía la congresista. Eso es lo que quiere ser Kamala. "Soy la primera, pero estoy segura de que no seré la última", aseguró en su mensaje tras el triunfo de la fórmula Biden-Kamala en las elecciones del 3 de noviembre.
Fuerte, es la palabra que mejor describe a Kamala, una mujer de 56 años nacida en Oakland, California, con una madre proveniente de India y un padre jamaiquino. Fue su madre, Shymala, quien se convirtió en su principal fuente de inspiración. Le enseñó que con esfuerzo y trabajo, nada era imposible.
Empezando en el plano personal, donde ha logrado sacar adelante una familia multicultural: ella es bautista; su marido es judío. Y aunque no son sus hijos biológicos, Kamala reclama como propios a Ella y Cole, hijos del primer matrimonio de Douglas, y quienes la consideran un ejemplo a seguir. A nivel profesional, Kamala se convirtió en la primera fiscal de distrito afroamericana y después en la primera mujer en asumir como fiscal general en la historia de California; luego, fue la primera indioamericana en llegar al Senado y ayer... volvió a hacer historia.
"Es un honor ser su vicepresidenta", tuiteó tras asumir el cargo, en una ceremonia carente de las multitudes tradicionales, pero no de emotividad. Y uno de los momentos más emotivos fue el de ella, ahí, jurando en nombre de millones, de aquellas que esperan, algún día, alcanzar un hito.
Un logro con muchos rostros
"Estoy aquí por las mujeres que vinieron antes de mí", ha dicho, insinuando el camino a seguir. "Por la gente, siempre", tuiteó ayer, repitiendo de algún modo el mantra de su campaña presidencial, que perdió con Joe Biden, antes de convertirse en su compañera de fórmula.
No sólo llevaba un mensaje en su atuendo; también en la Biblia sobre la que juró. Dos, en realidad: la de Regina Shelton, una vecina afroestadounidese que para ella fue como una segunda madre; y otra del juez Thurgood Marshall, el primer afroamericano en llegar a la Corte Suprema.
En momentos de una profunda división racial, sin usar una sola palabra, Kamala lanzó un guiño. Las cosas, coinciden ella y Joe Biden, tienen que cambiar. También en casa. Emhoff, su gran apoyo, abandonará su carrera de abogado para evitar conflictos de intereses y dedicarse a respaldarla, convertido en el primer "segundo caballero" en la historia de Estados Unidos.
Kamala es una de las denominaciones de la diosa hindú Lakshami; significa "loto". Es la diosa de la fortuna. Pero la vicepresidenta no se fía de la suerte, sino del empeño. "Es hora de trabajar", dijo apenas asumió. Se sabe una líder. Y ya ha descrito lo que eso significa: "Hablar con integridad y con la verdad".
Sabe que tiene que aprovechar cada minuto en la Casa Blanca y ser punta de lanza... Para en 2024, quizá, buscar otro hito: convertirse en la primera mujer en aspirar a la presidencia de la nación más poderosa del mundo.