El Reino Unido termina esta noche de desatar los lazos normativos, y en buena medida emocionales, que le unían a la Unión Europea (UE) desde hace casi medio siglo, para hacer realidad unos sueños de soberanía que se enfrentan a un océano de interrogantes.
Como palabra, el Brexit existe desde 2012. Como realidad teórica, desde su triunfo en el referéndum de 2016. Pero será solo a partir de este viernes cuando el concepto tome cuerpo.
El acuerdo de última hora con la UE logró evitar el caos inmediato, aunque no impedirá que las plenas consecuencias de la salida se vayan descubriendo sobre la marcha según avancen las semanas.
Nadie espera un "big bang". La vida ya está suficientemente alterada por un virus que mantiene encerrada en casa a gran parte de la población.
Las empresas han hecho sus cálculos para evitar posibles colapsos en la frontera en los primeros días del año, que coincidirán con festivo y fin de semana.
Además, el Reino Unido ha permitido una entrada gradual en vigor de los requisitos burocráticos en las aduanas para dar más tiempo a que las compañías se preparen, si bien la UE no hará lo mismo en sentido inverso.
Pero que no se vayan a ver escenas aterradoras como los miles de camiones varados de camino a Dover la semana pasada, después de que Francia cerrase su frontera durante 48 horas por el coronavirus, no quiere decir que los cambios no vayan a ser profundos y duraderos.