La artista española Lita Cabellut enamora a los neerlandeses

 

LA HAYA, 9 noviembre.

Aunque sus retratos tienen un sello diferenciador, la española Lita Cabellut pasará a los libros de historia como una Rembrandt del siglo XXI. Países Bajos la acaba de "adoptar" como su Artista del Año 2021, la tierra donde lleva 40 años descubriendo el "arte de lo cotidiano" reflejado por "la luz" neerlandesa.

Aunque la pandemia no le permite celebrar, a Cabellut (Sariñena, 1961) le sobran palabras para describir lo que significa ser, con todas las de la ley, una artista neerlandesa en el país que la atrapó cuando aún era una joven oscense de 19 años en busca de su estilo, los colores de su paleta, el tamaño de sus lienzos y su personalidad artística.

En una entrevista con Efe, rodeada de monumentales cuadros colgados en su estudio de La Haya, la artista multidisciplinar reconoce que "fue inesperado haber sido elegida, y es una sensación agradable y emocionante" tener un reconocimiento a años de trabajo en este país, que acoge desde el principio su estudio y su formación artística.

Su arte ha llegado a los cinco continentes, pero no fue ella, sino uno de sus admiradores anónimos quien puso su nombre en la lista de candidatos a artista del año, el reconocimiento más importante en el arte de Países Bajos. "Representa que este país realmente me ha adoptado artísticamente y me ha reconocido como una más. Es muy bonito, precioso", admite.

Aunque también echa de menos España. "Siempre consciente de que soy una ciudadana del mundo. Mis huesos son españoles y mi músculo es holandés", describe.

PAÍSES BAJOS, UN ATERRIZAJE

Es una de las artistas españolas más cotizadas del mundo, pero su historia vital, al igual que su arte, es ejemplo de "superación diaria" y "lucha por los sueños", reconoció el panel de expertos. Cabellut tuvo una infancia difícil: creció en las calles de Barcelona, hasta que fue adoptada a los 12 años.

La razón de su aterrizaje en Países Bajos fue la escuela de bellas artes de Ámsterdam, la legendaria Gerrit Rietveld Academie. "En los 80, era una institución muy atrevida, avanzada, contemporánea, y yo venía de una tradición de maestros y necesitaba ese contrapeso. Es como el mar y la sal: el mar, si no está salado, no sabe a mar", metaforiza, 40 años después de su mudanza.

Su viaje a Ámsterdam era "una cuestión temporal", pero se encontró con "un país y un clima cultural muy agradable" y con algo que le "impresionó muchísimo, que el arte estaba en lo cotidiano" y la gente "no se sorprendía de que fuera artista".

Decidió afincarse en La Haya para siempre. Lo que la atrapó fue "la luz de los maestros" neerlandeses porque, dice, Países Bajos "tiene una luz especial, rodeada de agua que refleja y se convierte en un prisma de colores impensable de percibir en otros países", colores que "obsesionan" a un artista visual como ella.

"Es un país muy pequeño con artistas muy potentes, sus maestros, y han estado siempre muy orgullosos de ellos. Son su patrimonio. Lo han explotado de una manera maravillosa, como inspiración, ejemplo y forma de vivir. Me gustó muchísimo. Entrabas en casas muy sencillas y tenían un póster de Van Gogh. Era maravilloso", explica.

LAS RAÍCES

A pesar de estar rodeada de los cuadros más caros del mundo, Cabellut sigue comunicando con humildad su sueño de revisar su pasado artístico.

Lo llama una "reconstrucción", transformando obras anteriores que cree que "tienen una continuación" en el presente, en un proceso que la ha "sorprendido muchísimo" al mostrarle que "todo lo bueno de hoy, estaba ya ayer" en sus cuadros.

"Lo miro y digo '¡Guau! Pero si ya lo tenía'. No estaba desarrollado, pero la esencia, la potencia, el trazo, la intensidad, está ya ahí. A veces es duro porque dudo si transformar un cuadro que lo veo y es buenísimo, pero sí, debo. Es una línea continua en el tiempo", añade.

Reconstruir el pasado era "irremediable" y un día tuvo la necesidad de "entregarse al arte" con uno de sus lienzos.

"Lo saqué del bastidor, tuve una necesidad tremenda de tener contacto físico con el lienzo, y lo empecé a abrazar, a patalear, pero no de furia para destruirlo, sino para desconstruirlo para sorprenderme de nuevo. Son ejercicios de libertad", dice.

Al mismo tiempo, desvela a Efe, prepara los "sketch" de una película de Charles Chaplin con Carmen Chaplin sobre "la mujer Hannah, la madre", quien le enseñó la técnica de la magia, la ilusión, la gracia, la mímica y el escenario. "Mi trabajo es la dirección artística donde hago los bocetos de los gráficos de la película", documenta, ilusionada.

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