Como apuntaban todos los pronósticos, los demócratas recuperaron al menos dos de los asientos que tenían más a mano.
Todos los buenos augurios que tenían los demócratas de tener control total del Congreso pueden acabar desvaneciéndose por completo. Si bien nunca tuvieron dudas de que iban a mantener el poder en la Cámara de Representantes, algo que todas las proyecciones auguraban sin ningún tipo de problema, el asalto al Senado, el gran premio legislativo de estas elecciones, puede quedarse en un intento infructuoso.
Para empezar, no se sabrá la composición final de la Cámara Alta hasta el 5 de enero. La elección de uno de los dos asientos por Georgia que estaban en juego irá a la segunda vuelta y hasta entonces no se sabrá exactamente el equilibrio de fuerzas. El camino de los demócratas para recuperar los curules suficientes para un viraje de mayorías no fue tan fácil como se esperaba y al menos a la altura en la que estaba el recuento en el cierre de esta edición, nada estaba dicho.
Como apuntaban todos los pronósticos, los demócratas recuperaron al menos dos de los asientos que tenían más a mano, Colorado y Arizona, y perdieron el de Alabama. En los otros dos a los que habían puesto los ojos para recortar su déficit de tres asientos, en Maine y Carolina del Norte, los votos no terminaron de llegar con la claridad que se esperaba.
Al cerrar esta edición no se sabía todavía el resultado y todo estaba en el aire. Los escaños que tenían que servir como plan B fueron un fracaso. Ni Iowa ni Montana respondieron a candidatos que habían ilusionado a los demócratas. Los conservadores vieron recompensado su trabajo con la reelección de sus principales líderes, como Mitch McConnell (Kentucky) o Lindsey Graham (Carolina del Sur).
La decepción entre los demócratas por el mal papel en el Senado no lo compensó ni el mantenimiento de la Cámara de Representantes, según la líder progresista en la cámara, Nancy Pelosi, una demostración que los votantes escogieron a candidatos que apostaban por proteger el sistema sanitario actual, en la que incluso podían ampliar su ventaja en un número importante.
Además, todo apuntaba que el intento de conseguir que todos los distritos de la frontera fueran demócratas iba a terminar en fracaso, con recuentos desfavorables en el distrito segundo de Nuevo México, el más vulnerable de los nueve.
Como en el caso de las presidenciales, el conteo fue muy lento y habrá que tener paciencia. Al cierre de esta edición todavía faltaba por definir cerca de un centenar de escaños, que determinarían la composición final de un Legislativo que tiene por delante unos años fundamentales.
Por otra parte, hubo ciertos elementos destacables. El "escuadrón" progresista liderado por las congresistas Ocasio-Cortez, Tlaib, Omar y Pressley vieron como aumentaba en número con la llegada del neoyorquino Jamaal Bowman y otras figuras del ala más a la izquierda del partido. Marjorie Taylor Greene, republicana que competía sin rival en un distrito de Georgia, será la primera en llegar a Washington como seguidora de las teorías de la conspiración y paranoia de QAnon.
Y, aunque sea de carácter estatal, Sarah McBride, al ganar su asiento en el senado de Delaware, se convirtió en la primera transexual en ocupar un cargo público en una Cámara Alta estatal.