Nacido en 1920, don Valente junto a su madre y hermanos.
Don Valente es una leyenda viviente en la costera ciudad mexicana de Acapulco pues a sus 100 años continúa trabajando la madera con el mismo tesón de siempre y, cuando se le pregunta por el coronavirus, prefiere encomendarse a Dios.
"Me voy a morir con tapaboca o sin eso, él sabe a la hora que te va a llevar”, cuenta a Efe el hombre más longevo de su comunidad, quien lleva trabajando la madera desde hace 69 años.
“Los días no pasan para mí, me siento igual, no subo ni bajo, me siento liviano y perfecto. Mi cuerpo ya está acabado pero mi corazón está perfecto”, añade Valentín Castañón Guerrero, mejor conocido como don Valente.
UNA LEYENDA DE LA MADERA
Nacido en 1920, don Valente junto a su madre y hermanos, tuvo un andar complicado por la falta de recursos económicos y la escasez de oportunidades, por lo que se vio obligado a trabajar desde muy pequeño.
A pesar de que la madera no era parte de su oficio, esta se ha convertido en su vida, siendo en la actualidad la única persona en realizar montadura para caballo, en la localidad de Xaltianguis, lugar donde radica, ubicada a 50 kilómetros de Acapulco.
“Fue como en el 1951, me fui a un pueblo y mi esposa fue a comprar, vendían bien caro y dije Dios mío ayúdame, pasé a cortar madera y me fui a Coyuca, me dice el de la maderería: si usted va a sacar madera corte en tablón yo no quiero barrote, ‘le voy a pagar de aquel tiempo a 5 pesos (0,23 dólares en la actualidad)’. Así que le llevé un viaje de 30 tablones y así empecé a trabajar la madera”, recuerda don Valente mientras realiza en una pieza.
Desde cucharas y sillas hasta montaduras de caballos, cabo de hacha y mesas, don Valente vende afuera de su casa pese a haber cumplido un siglo de vida.
SIN TEMOR A LA COVID-19
El precio de sus productos oscila entre los 10 pesos (0,5 dólares) hasta los 250 (unos 12 dólares), pero las ventas han bajado por la pandemia de COVID-19, que acumula en México 800.000 contagios y 83.000 fallecidos.
Don Valente cree en el coronavirus, pero aconseja no temer a la muerte: “Sí creo, ¿cómo no voy a creer? El señor me da la fe y la esperanza, él sabe lo que hace. Me voy a morir con tapaboca o sin eso, él sabe a la hora que te va a llevar”.
Para Valente “la edad no es un impedimento”, comenta su hija Nicolasa, quien reconoce que su padre ha sido una persona buena a lo largo de estos 100 años.
“Es buena gente, con todos ha sido muy bueno, nos ayuda. Cuando nos ve atrasados y guarda su dinerito nos ayuda, cuando tenemos un problema él nos ayuda”, explica.
Dentro de Xaltianguis, don Valente se ha convertido en toda una leyenda, a tal grado de ser parte principal del libro “Xatianguense por tradición”, el cual detalla una de las tradiciones más importantes de la localidad: los paspaques, unos cánticos para anunciar la llegada del Jueves Santo, el Viernes Santo y el carnaval.
Esta tradición, iniciada por el padre de don Valente, consiste en un canto hecho por los hombres de la comunidad casa por casa, donde recitan versos de tipo religioso, así como enaltecen las cualidades de las personas que habitan la vivienda.
LA FAMILIA LE DA FUERZAS
Pese a que don Valente tuvo 22 hijos, de los cuales 10 ya fallecieron, ninguno decidió seguir con el legado de la madera, por lo que este oficio desaparecerá en la familia Castañón.
Ahora los días más felices para él son cuando lo visitan sus hijos, nietos y tataranietos.
Aunque dice no pedir nada a la vida, lo único que le hace falta es el amor de su amada esposa con quien vivió más de 60 años y quien falleció hace un lustro.
“Yo tenía todo con ella, nunca nos dejamos, estuvimos bien felices porque nos comprendimos”, sostiene mientras suspiraba. Aunque también dice estar abierto al amor por si este vuelve a llegar.
Los secretos que tiene don Valente para seguir con vida son una buena alimentación, donde los huevos tibios, las frutas y verduras y la comida blanda son parte de su dieta, ya que a su edad ha perdido varios dientes.
“Mi comida favorita ya se acabaron. Ya no hay. Los frijoles con carnita de huesito, verdolagas, chipiles, papatla, pipiza, todo se acabó, todo ha cambiado, de lo de antes ya no hay nada, rara la persona que llega a comer así”, cuenta.
También asegura que es necesario ser un hombre de mucha fe y de vez en cuando tomarse unos tragos de aguardiente porque eso le permite dar fuerza al cuerpo.
Aunque don Valente no fue un “hombre de mundo”, asegura que este ha ido cambiando conforme pasan los años ya que no existe nada de lo que era antes.
“Esto no lo conozco, no es nada de la época que yo viví, estoy vivo pero lo que hubo aquella vez se acabó, no hay nada”, finalizo don Valente, a quien le gustaría vivir por lo menos 30 años más.