El Gobierno del Líbano que encabeza desde el lunes el diplomático Mustafa Adib arranca con respaldo internacional, especialmente de Francia, que se ha involucrado directamente en la crisis en el país, una ventaja sobre el anterior Ejecutivo, pero también bajo una presión adicional para que avance en las reformas.
Apenas 23 días después de la renuncia del anterior primer ministro, Hasan Diab, tras la explosión que el 4 de agosto causó cerca de 200 muertos en Beirut, el presidente, Michel Aoun, nombró a un hombre del sistema, embajador en Alemania y conocedor de la estructura sectaria que dirige el país desde el final de la guerra (1975-1990).
El nombramiento se produjo apenas horas antes de la visita del presidente francés, Emmanuel Macron, que públicamente se ha mostrado muy duro con las autoridades del país y les ha advertido de la necesidad de acometer las reformas que exige la población en las calles desde octubre.
"Lo que puedo decir es que cuenta con un amplio respaldo y será mayor que el que Diab tuvo", indicó Macron durante su visita al Líbano, destacando que Adib "es consciente de lo que está sucediendo y sabe que no va a ser visto como un mensajero".
"Esperamos que el programa de Gobierno sea ratificado a través de reformas y una agenda única", agregó.
Mohamad Obaid, exlíder del movimiento chií Al Amal, indicó a Efe que el nuevo primer ministro -que de acuerdo con la Constitución libanesa tiene que ser musulmán suní- tiene el respaldo del bloque religioso suní, mientras que Diab, siendo suní, fue acusado de ser un instrumento del grupo chií proiraní Hizbulá.
"Hasan Diab fue rechazado", dijo el analista señalando que sus acciones y autoridad fueron respondidas con "manifestaciones y otras acciones y hubo un gran aislamiento de la comunidad suní y árabe, especialmente del golfo".
"No tuvo tanta suerte como el nuevo primer ministro", añadió.
Pero el respaldo internacional llega con la expectativa del compromiso del nuevo Gobierno con la agenda de reformas que necesita el país, hundido en su peor crisis económica desde el final de la guerra y con su clase política desprestigiada y acusada de corrupción.
"Desafortunadamente, durante muchos años cuando ha habido un problema interno Líbano está acostumbrado a recibir ayuda desde el exterior", dijo Obeid.
"Ahora todo el sistema cooperó y están felices con el respaldo extranjero porque consideran que esa intervención ayuda a resolver las cosas y asumir responsabilidad por ellas", agregó.
Pero algo parece distinto esta vez después de una explosión provocada por la deflagración de cerca de 3,000 toneladas de nitrato de amonio que causó además más de 6,500 heridos, dejó a 300,000 personas sin vivienda y al país hundido moralmente.
La tragedia que pudo haberse evitado está bajo investigación judicial para determinar a sus responsables, pero el sistema confirma sus síntomas de agotamiento.
"Esta vez el crimen fue tan horrendo que esto ya no es cuestión de nombres, es cuestión de presión internacional, local y regional hasta que se produzca una transición de poder de quienes ostentan ese poder desde la guerra civil", dijo a Efe Carmen Geha, investigadora y profesora de la Universidad Americana de Beirut.
En su opinión, el proceso ahora irá día a día o mes a mes hasta las próximas elecciones y la pregunta será en qué medida se obstruye o se permite el proceso de reformas que necesita el país por parte del nuevo Gobierno.
"Las milicias, bancos y compañías de construcción no solo controlan el Estado, lo han vaciado", añadió.