El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, ha encontrado un nuevo enemigo al que responsabilizar de las protestas antigubernamentales, la Iglesia Católica, a la que acusa de seguir las órdenes de Polonia y Lituania, dos bastiones católicos en una región mayoritariamente ortodoxa.
“Nosotros debemos ejercer un papel de mediador y pacificador entre el pueblo y las autoridades. Existe el riesgo de que el país se vea abocado a una guerra civil”, comentó a Efe Tadeusz Kondrusiewicz, jefe de la Iglesia católica bielorrusa desde 2007.
Obsesionado con prevenir una revolución a la ucraniana en su país, Lukashenko no quiere que se repitan en Minsk las imágenes de las barricadas en Kiev, donde los sacerdotes tomaron claramente partido a favor de los manifestantes y en contra de las fuerzas de seguridad.