Las autoridades de Berlín bloquearon la marcha convocada por colectivos contra las restricciones por la pandemia, entre ellos grupos de la ultraderecha, ante el desafío de una asistencia determinada a exhibir su desobediencia e ignorar el uso obligatorio de la mascarilla.
La Policía de Berlín optó por ordenar la disolución de la marcha sobre las 11.00 GMT, unas dos horas de arrancar hacia el punto fijado para la concentración final y cuando unas 18,000 personas desfilaban por el corazón de la capital alemana.
Dos condiciones esenciales impuestas para su autorización -distancia social y uso de la mascarillas- estaban siendo deliberadamente ignoradas por la mayoría de una marcha, cuyo aglutinante es negar la necesidad de tales restricciones.
La orden de disolución -que la Policía comunicó desde su cuenta en Twitter- llegó mucho antes que en la anterior movilización de esa índole, el pasado 1 de agosto. Entonces llegaron a reunirse 30,000 personas, que sí lograron completar el recorrido previsto antes de verse forzadas a retirarse entre algún alterado.
La convocatoria de este sábado, como ocurrió entonces, aglutinó tanto a defensores de teorías de la conspiración o antivacunas como a ciudadanos que consideran vulnerada su libertad de movimientos, mezclados con grupos ultraderechistas, líderes de los llamados "Identitarios" y reconocidos negacionistas del Holocausto.
Que la manifestación llegara a ponerse en marcha se debió a una decisión, ya de madrugada, de la Audiencia Territorial Administrativa de Berlín, que rechazó el último recurso presentado por la Policía contra la convocatoria.
Fue el último obstáculo administrativo para los convocantes. Otra instancia judicial había levantado dos días antes la prohibición a la marcha del Senado (gobierno regional) berlinés.
El responsable del Interior del gobierno regional de Berlín, Andreas Geisel, había justificado su veto en el argumento de que derecho a la manifestación no significa el "derecho a infringir la legalidad", afirmó. La canciller alemana, Angela Merkel, había expresado su comprensión al veto, pese a reconocer el derecho a la manifestación y también el de los convocantes a recurrirlo.
Permitir o no la marcha colocó a las autoridades ante el dilema de garantizar ese derecho fundamental o hacer prevalecer el interés por la salud pública en la lucha contra la pandemia.
Ya la víspera quedó claro que no se respetarían las medidas de higiene pactadas. Unos 1.500 manifestantes, mayoritariamente sin mascarilla, se concentraron el viernes ante la emblemática Puerta de Brandeburgo, a modo de acción previa.