Manhattan se ha quedado vacía. Sin turistas, con la mayoría de las oficinas cerradas y con la clase pudiente refugiándose del coronavirus en sus segundas residencias, Nueva York se pregunta ahora si el bache será pasajero o si la pandemia cambiará la ciudad para siempre.
Cinco meses después del estallido de la crisis de la COVID-19 en la Gran Manzana y pese al progresivo regreso a la normalidad, la vida sigue sin parecerse en nada a lo que era, especialmente en su tradicionalmente hiperactivo centro neurálgico.
Lugares siempre abarrotados como Times Square, el SoHo o la Quinta Avenida son ahora tranquilos paisajes urbanos, a pesar de que oficialmente Nueva York ha reabierto tras haber sido en la primavera el gran foco mundial de la enfermedad.
Con el número de contagios por ahora bajo control, uno de los grandes debates en la ciudad es más a largo plazo: ¿Ha acabado la pandemia con las cosas que hacen atractiva la metrópolis o, como ocurrió tras grandes crisis pasadas, Nueva York será capaz de resurgir?