Fue el ex Presidente Pascual Ortiz Rubio en un intento nacionalista por rescatar las tradiciones quien en 1930 en un intento nacionalista tuvo la idea de coronar como única imagen navideña a la gran deidad de las Culturas Mesoamericanas: QuetzalcóatlDOLORES GUERRERO/REPORTERA
Aunque los orígenes de Santa Claus se remontan al Siglo IV y a México fueron los españoles los que lo trajeron junto con la Religión Cristiana y que fue impuesta a los indígenas originarios mediante la Evangelización.
De acuerdo a una investigación hecha por EL TIEMPO, en los anales de la Historia quedó el registró de que fue en 1930, cuando el Gobierno del Presidente Pascual Ortiz Rubio, haciendo un esfuerzo nacionalista se tuvo la idea de coronar como única imagen navideña a la gran deidad de las culturas mesoamericanas: Quetzalcóatl.
Esto con la finalidad de dejar de lado al mismísimo Santa Claus, e incluso a los Santos Reyes Magos, pues se argumentaba que de esta forma se estaría engendrando en la niñez mexicana el amor y conocimiento por su patria.
Por esto el 23 de diciembre de 1930, el escenario para entregar juguetes a los niños pobres, por parte del gobierno de la República durante aquella Navidad, fue una pirámide en honor a Quetzalcóatl.
Este escenario se ubicó dentro del Estadio Nacional, ubicado en la colonia Roma y construido en 1924 por José Villagrán. Fue el ex Presidente Pascual Ortiz Rubio, quien mediante un decreto dictó la adopción de la figura del Dios de Mesoamérica Quetzalcóatl como representante máximo de las fiestas decembrinas con la intención de hacer a un lado la figura de Santa Claus, recién llegada a México en los años 20 y aún no tan arraigada en la cultura mexicana. La imagen de Quetzalcóatl arriba de una réplica de pirámide, rodeado por sacerdotes y su tradicional séquito, fue la imagen que se pretendía utilizar y difundir para reemplazar a Santa Claus durante aquella Navidad de 1930.
Esto fue documentado por los medios tradicionales de la época, al menos fue así como lo hizo saber el Subsecretario de Educación Pública, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, según consignó una nota documentada por el periódico El Universal el día 27 de noviembre de 1930 que fue titulada: “En vez de Santos Reyes o Santa Claus nuestro Quetzalcóatl”.
En dicha nota periodística se daba cuenta de la sustitución de Santa Claus y los Santos Reyes por la deidad prehispánica, de manera que se intentaba promover, mediante la educación, una formación nacionalista en la que Pascual Ortiz Rubio estaba en completo acuerdo.
Estas acciones, resaltaba que el funcionario era buscar engendrar evolutivamente en el corazón del niño, el amor por los símbolos, las divinidades y tradiciones de nuestra cultura y nuestra raza”, según declaró a los medios de la época. Durante esa época el Estadio Nacional era el lugar de los grandes eventos políticos, deportivos y sociales, y resalta que fue edificado sobre una parte del ya desaparecido Panteón de la Piedad.
Este estadio en 1949 fue demolido para convertirse años después en el complejo familiar Juárez, mejor conocido como multifamiliar Juárez, mismo que a la postre también fue demolido al verse afectado en gran parte de su construcción después del sismo de 1985. El Estadio Nacional era escenario de todo tipo de eventos, desde temas presidenciales hasta tablas rítmicas escolares, fue demolido en 1949. Quetzalcóatl, era el Dios del aire, como una serpiente emplumada y de las estrellas de la tarde, como astro con un circuito adornado del cual sale la luz de una estrella, su gigantesco penacho de quetzal y sus ropas de cuero.
Quetzalcóatl, la hermosa serpiente, no fue suficiente como para entrar a las casas a llevar la Navidad acompañada de obsequios y dulces, pues contó con el apoyo de diversas instituciones y casas comerciales.
El 4 de diciembre de 1930, la Lotería Nacional lanzó su gran sorteo extraordinario de 600 mil pesos en honor a Quetzalcóatl, aquel mismo día, el departamento de Dibujo y Artes Manuales de la Secretaría de Educación mandó una circular a todas las escuelas primarias urbanas y rurales para que se informara a los alumnos de aquella leyenda de la serpiente emplumada.
Aquel 23 de diciembre de 1930 en la parte central del Estadio Nacional podía lucir erigido un gran templo azteca dedicado a la figura principal de la noche: Quetzalcóatl.
La combinación era extraña; por un lado, árboles de Navidad con luces de colores que decoraban el terreno y, por el otro, bandas de guerra y batallones que indicaban el inicio del tan preparado festival, demostrando implícitamente un completo amor y compromiso por la patria. Evento político en el Estadio Nacional donde Pascual Ortiz Rubio pronunció un discurso.
También se podían apreciar representaciones aztecas, templos y danzas; con Quetzalcóatl al centro rodeado de su corte de honor: sacerdotisas, tehuanas, aztecas y otros indígenas. En la información difundida entonces se lee que como música de fondo podía escucharse claramente el Himno Nacional y que tras redobles de tambores inició el evento.
El objetivo era llevar la Navidad y los regalos a los niños pobres de la Ciudad, contando con la asistencia de cerca de 15 mil personas, entre niños y diplomáticos invitados al gran suceso.
La primera dama y presidenta de la Sociedad Protectora de la Infancia, Josefina de Ortiz Rubio, hizo el honor de repartir los regalos a todas aquellas personas de corta edad que estaban sorprendidas por el show e invadidas por la duda que recientemente les había provocado la orden del entonces presidente, Pascual Ortiz Rubio.
También la nota da cuenta de que un hombre que representó a Quetzalcóatl, con barba y penacho, repartió juguetes y dulces entre los niños pobres. Luego de la entrega de obsequios hubo bailes regionales y tablas gimnásticas que ejecutaron niños de escuelas de huérfanos.
La primera dama, Josefina, también presidenta de la Sociedad Protectora de la Infancia, se encargó de repartir los regalos a los niños pobres aquel 1930.
Sin duda alguna esta publicación que daba cuenta de un gran cambio de costumbre creó controversia y disgusto, pues para algunos era un acto nacionalista, pero para otros era un insulto a sus creencias.
En publicaciones posteriores se podía observar en páginas de EL UNIVERSAL cartas oponiéndose al cambio dictado por presidencia.
“¿Vamos a acostar a Quetzalcóatl en el pesebre de Belén y rezarle en idioma náhuatl?”, predicaba una mujer con creencias católicas, a quien dio voz el entonces periodista Pablo de Góngora en su nota: “Quetzalcóatl y la Serpiente” del día 11 de diciembre de aquel 1930.
Ella era un claro ejemplo del descontento social (al menos en el sector católico) por ver amenazadas sus tradiciones religiosas y con ellas a sus símbolos.