La tarde se prometía muy tranquila y feliz para el Sevilla del mexicano Javier Hernández. Dos minutos después de la media hora, los de Lopetegui ya ganaban 0-2 con goles de Ocampos y Óliver. Y dando un auténtico recital de fútbol sobre el césped de Ipurua. Nadie podía presagiar que después del descanso el Sevilla sería un fantasma, un equipo muerto, sin alma. Sin nada... y sin Chicharito, que se quedó observando la derrota (3-2) en la banca.
El paso por la caseta pareció anestesiar a los andaluces y el Eibar, que estaba siendo una marioneta a merced de su rival se vino arriba. Primero sólo con corazón y luego con corazón, cabeza y con la grada de Ipurua, que celebraba cada córner, cada centro lateral como si de un gol en el 93' se tratara.
El equipo superior e intratable de los primeros 45 minutos, porque eso fue el Sevilla, se hundió de forma inexplicable. Lopetegui no se lo podía creer en el banquillo. Además, uno de sus cambios fue el que inició la remontada del Eibar. Koundé entró en sustitución del lesionado Carriço y le bastaron solo tres minutos para perder un balón y cometer un penalti en la misma jugada. Todo ello a Orellana, que decidió que también iba a marcar el 1-2.
El Sevilla estaba desquiciado y el Eibar se crecía. Ahora el espectáculo lo ponían los armeros. Lo hacían todo bien y los hispalenses ayudaban. El 2-2 fue cosa de Pedro León... y de Vaclik y Diego Carlos. El murciano empujó el balón a la red tras una indecisión del portero con su central.
Jordán se desgañitaba en el banquillo. Volvía a Eibar y fue sustituido tras su buena primera parte. No quedaría aquí la cosa.
José Ángel, Cote o como quieran llamarlo se sacó de la chistera un disparo de falto perfecto para poner el 3-2 y llevar la locura a las gradas de Ipurua.